Cuando era niño, y de eso hace ya bastantes años, solíamos tomar “champán” semiseco durante los postres, como parte del brindis final.
Resulta curioso cómo hemos pasado de preferir productos semisecos a optar por el brut nature, un cambio de gustos que bien merecería un estudio sociológico.
La ausencia de azúcares residuales, la acidez delicada y la frescura de nuestros espumosos han provocado también una evolución en la forma de maridarlos. Así, espumosos como el Cava, Corpinnat o Clàssic Penedès, y aún más los procedentes de climas fríos como el Champagne o los Crémants, han pasado a ser más apropiados para el aperitivo que para acompañar los postres.
Por este motivo, muchas personas comentan que “las burbujas” al final de la comida no les sientan bien.
Sin embargo, los espumosos son mucho más versátiles de lo que solemos pensar, siempre que sepamos elegir bien. Los más jóvenes son ideales para el aperitivo (¡también se puede brindar al inicio de la celebración!), y a medida que aumenta la crianza —hablamos de Reserva o Gran Reserva— o el nivel de azúcar, pueden acompañar perfectamente platos más contundentes, incluso carnes, o los postres.
La crianza afina la burbuja, la integra y la hace más sutil en boca, llegando a ser incluso más digestiva.
Si realmente os gustan las burbujas con los postres, optad por espumosos semidulces, o por un buen rosado con crianza, que recuerda a los pequeños frutos rojos (funciona incluso con el chocolate). Pero si servís cavas Brut Nature jóvenes o Reserva con un buen jamón ibérico, sorprenderéis gratamente a vuestros invitados (¡y a vosotros mismos!).
Otro aspecto interesante para experimentar en casa es la forma de la copa. No se trata de rescatar las copas planas de la cristalería de la abuela, pero la copa tipo flauta es ideal para espumosos jóvenes y secos, especialmente en el aperitivo o al inicio de la comida. Su diseño dirige el líquido hacia la garganta, potenciando la sensación de frescor (acidez). En cambio, si vais a acompañar platos más contundentes, utilizad copas de vino, que permiten abrir mejor los aromas y aportan mayor complejidad.
¿Y la temperatura? Frío sí, pero no helado, como suelen hacerlo los franceses. Si está demasiado frío, se pierden los aromas y solo se percibe el frío. Se recomienda servir los vinos jóvenes a 6-7 grados, y los de mayor crianza a unos 10 grados. Tened siempre a mano una cubitera y jugad a meter y sacar la botella para mantener el control. ¡Así seréis el alma de la fiesta!
Agosto es un mes repleto de celebraciones: fiestas mayores, festivales y vacaciones en las que no puede faltar un buen espumoso de calidad. ¡Celebradlo!