La historia de un vino de un viñedo que casi desaparece

 

 

Este año hace 45 años que la Família Torres llegó a Chile e hicieron el Celler en Curicó. Es verdad que no lo hemos celebrado demasiado, pues a cinco años de las "bodas de oro" más vale esperar un poco.


¿Sabías que fue la primera empresa vitícola extranjera en instalarse en el país andino? Y todo gracias a la amistad que hizo Miquel A. Torres con un alumno chileno mientras estudiaba enología en Dijon a principios de los años sesenta. Pasaba a menudo las vacaciones con su familia en el Penedès y no paraba de cantar alabanzas de la viña chilena y de que era un paraíso. Finalmente la familia se fue de vacaciones y quedaron maravillados.

 

Chile tiene viñedo desde 1547, cuando los misioneros que acompañaban a los “conquistadores” plantaron las primeras cepas para elaborar vino para la celebración de la eucaristía. Como fecha curiosa la primera vendimia fue en 1551, de un vino surgido de una variedad que se llamaba "la tinta", hoy desaparecida de la península y que sólo queda en Canarias: el listán prieto. Ya hablaremos de ello otro día, que Familia Torres es un actor importante en la recuperación de esta variedad que en Chile conocen como País.

 

Paralelamente a la construcción de la bodega en Curicó, se empezaron a comprar viñedos cercanos y terrenos para poder plantar, adquisiciones que continúan hoy en día yendo hacia los valles más hacia el sur del país para mitigar los efectos del cambio climático.

 

Entre 1938 y 1975 se sacaron miles de hectáreas de viñas viejas en Chile, por considerarse improductivas. El viñedo de cabernet sauvignon de Manso de Velasco sobrevivió milagrosamente a este desastre. La anécdota es que fueron los propios vendedores quienes para dar un golpe de mano empezaron a arrancar cepas de la parcela, pero "suerte que llegamos a tiempo para detenerlos" ha explicado en alguna ocasión lo mismo Miguel A. Torres. Hablamos del año 1984, cuando se compró la finca, una de las primeras (si no la primera) viña de cabernet sauvignon plantada en el Valle de Curicó. En 1902, un desconocido visionario eligió la parte más al norte del Fundo San Francisco Norte, un enclave del país de Molina, en el sector de Casablanca, para plantar un magnífico viñedo a partir de una selección genética en masa única en Chile y en el mundo.

 

 

La Bodega de Curicó

 

Con una superficie de 10 hectáreas, 232 metros sobre el nivel del mar y sólo a 13 kilómetros de los Andes tiene un suelo franco arenoso con muchas piedras y cantos rodados, un suelo ligeramente ácido y muy pobre, que hace que los viñedos tengan una muy pequeña producción de entre 1.5 a 2 kilos de uva por cepa.

 

La primera añada fue en 1986 (lanzado en 1988) y en realidad fue nuestro primer vino de viñedo de Chile. El viñedo de Manso de Velasco es como un santuario. Un ecosistema en perfecto equilibrio. Incluso los espacios vacíos creados en la madera de los viñedos viejos se han convertido en nido de pájaros locales que protegen los viñedos de las plagas nocivas. Cuando un viñedo es tan antiguo aporta una sensación de paz, el mismo sentido de respeto que tienes cuando hablas con una persona que ha vivido una vida larga y plena.

 

El vino es un homenaje a Manso de Velasco, gobernador y militar de la nobleza española, fundador de la villa de Curicó (1743), gobernador de Chile (1737-1744) y posteriormente virrey del Perú (1745-1761).

 

Manso de Velasco siempre ha representado lo que un gran cabernet sauvignon puede expresar, pero a lo largo de los años ha tenido diferentes “expresiones” influenciadas tanto por el progresivo conocimiento del comportamiento del viñedo como las tendencias que se iban imponiendo por parte de los grandes prescriptores. Durante las primeras añadas, la vendimia fue un poco avanzada, resultando un vino con alta acidez, más herbáceo, una buena estructura pero un cuerpo algo más ligero, pero que le aseguraba una muy buena guarda.

 

A partir de los 2000 el vino ganó estructura y concentración. La añada 2006 recibió el reconocimiento de mejor cabernet sauvignon de Chile, e irá hacia la máxima intensidad a partir de 2010, reflejando la enorme influencia que ejercía Robert Parker en el estilo de los vinos en aquella época.

 

A partir de 2015 comienza un “periodo de reflexión” en el que se llevaron a cabo estudios de suelos más profundos para separar y seleccionar las mejores parcelas y adaptar el trabajo a cada una de ellas, así como estudiar los efectos del cambio climático sobre un viñedo de estas características. Finalmente el año 2018 Manso de Velasco “reaparece” dando protagonismo al terruño excepcional ya un viñedo de más de 115 años. La combinación de fudres de roble alemán con barricas de roble francés a la hora del envejecimiento no restan intensidad al vino, pero respetan más y mejor la expresión del fruto que sale de este viñedo excepcional.

 

En palabras del propio enólogo: “A partir de esta añada creemos haber encontrado el verdadero potencial de Manso de Velasco, convirtiéndolo ahora en un vino de gran dimensión correspondiente a todo el potencial del suelo, los viñedos de Cabernet Sauvignon del siglo XXI y especialmente microclima del norte del Fundo San Francisco Norte”.

 

Después de unos años con muy poca disponibilidad de Manso de Velasco, este año vuelve a estar disponible en nuestro país, un cabernet sauvignon de uno de los viñedos de esta variedad más antiguas del mundo todavía productivos. Un regalo excepcional para los amantes de los grandes vinos o una opción a tener en cuenta por la mesa de las diferentes comidas de estas Fiestas. ¡No se lo deje perder!

 

Por Sergi Castro (Sommelier)