Un desfile de botellas

 

“Todas las botellas tienen dentro algo divertido -decía el reverendo Brown en su sermón dominical- excepto las botellas de agua caliente, y la costumbre de meterlas en la cama me parece la causa de que fracasen tantos matrimonios en nuestra parroquia”.

 

¡Ay, las botellas! ¡Cuánta historia hay en las ellas, en sus formas diferentes, en sus capacidades y en sus colores! Por eso los buenos aficionados disfrutan con las ceremonias del servicio del vino. Unos recomiendan decantar y oxigenar los vinos muy reducidos por la crianza en botella, otros ensalzan la sabia costumbre de servir en copas especiales ciertos vinos generosos; sin olvidar la conveniencia de presentar en una canastilla los vinos viejos que necesitan reposo y pueden presentar sedimentos de tanino.

 

“Quien busca el placer –decía Lord Byron- no debe esperar comodidades” No hay verdad más profunda, importante para disfrutar tanto el vino como el amor. Un buen amante jamás prescinde de los detalles. Las culturas desaparecen cuando olvidan precisamente sus formas. Aparentando que se recurre a la comodidad o a la sencillez, se dejan atrás muchos principios de respeto. Antes de comenzar una guerra se pierde el diálogo y, a menudo, también la educación.

 

Me dicen los amigos que, en algunos países, se está perdiendo la cultura del vino; hasta tal punto que va desapareciendo la botella, sustituida por envases baratos que convierten al vino en una bebida de bárbaros sedientos. Cuando algunos espíritus piadosos se escandalizaban en el siglo XIX de las teorías de Darwin que atribuían al hombre un origen simiesco, no adivinaban que la segunda parte de la teoría está todavía por enunciar: “Si el primate es nuestro origen, ¿podría ser también nuestro fin?”

 

Las botellas de vino y la historia

 

Las botellas no son un invento artificioso, sino un recipiente cuyo diseño ha exigido muchos años de estudio y de aplicación inteligente. Los romanos utilizaban ya botellas de vidrio, como nos recuerda Marcial cuando se refiere al vino de Falerno. Y hay quien sostiene que el revestimiento de paja de la botella toscana fue inventado por Leonardo da Vinci a quien se atribuyen todos los inventos huérfanos: ¡demasiada paja para un hombre tan sabio! Pero el fiasco actual toscano puede verse representado junto al "Baco muchacho" de Guido Reni, en la bellísima pintura de los Uffizi de Florencia. Durante milenios, las botellas se fabricaban en crisoles, soplando "a la caña".

 

Los alemanes pusieron de moda en el siglo XVI y XVII las botellas de cerámica vidriada. Y entre ellas se hicieron famosas las bellarmines (parecidas al bocksbeutel), así llamadas porque algunos querían ver en ellas el rostro grotesco del cardenal Belarmino.

 

El éxito del vidrio comenzó a ser tan evidente a comienzos del siglo XVII que Jacobo I de Inglaterra prohibió los hornos vetrarios que consumían la preciada madera de los bosques, considerándolos un lujo excesivo. Pero el rey concedió patentes especiales a Robert Mansell (1620) y Kenelm Digby (1640) que desarrollaron la industria del vidrio fundido en hornos de carbón de hulla. Las botellas de vidrio oscuro (ahumado por el horno de carbón) que fabricaba Kenelm Digby eran famosas. Tenían ya una concavidad en el fondo, facilitando su resistencia y su estabilidad.

 

Pero los diferentes vinos han tenido también una influencia en el diseño de distintos tipos de botella, no solo en el champagne. La botella bordelesa es perfecta para decantar los vinos, porque sus hombros altos retienen los sedimentos antes que se deslicen por el gollete. Al contrario que las botellas borgoñonas, con sus hombros escurridizos que dificultan la decantación. Quizás el pH ácido de los vinos de Borgoña preservaba también a los pigmentos de precipitarse. En cualquier caso, he notado que los borgoñones no son muy aficionados a decantar sus pinot noirs; mientras que en Burdeos se prestan enseguida a hacerlo con sus cabernets.

 

 

La botella fechada más antigua se remonta al año 1657. Fue encontrada en Northampton y se conserva en el Northampton Central Museum and Art Gallery. Y en el London Museum se guarda un sello de 1652. Pero el más curioso de los recipientes para vino ingleses es the emperor chamberpot, un orinal de plata que fue capturado por un capitán de dragones y un teniente de húsares al rey José Bonaparte, cuando éste huía en su carruaje después de la batalla de Victoria. Desde 1813 ha sido utilizado para brindar en las conmemoraciones del 14 Regimiento de Húsares de la Reina.

 

 

Mauricio Wiesenthal